lunes, 8 de marzo de 2010

La mentira y las patas cortas

Érase una vez un corredor de fondo que en unos campeonatos regionales logró una medalla de plata, con tiempo discreto, pero prometedor. Decidió que quería correr, que le gustaba la sensación de libertad y el poner su cuerpo al límite. Lo más importante: era ambicioso. Pero como casi todas las cosas en este mundo, descubrió que para correr y mantener el nivel tenía que entrenarse. Y eso ya no estaba tan bien. Se sufría mucho esforzándose todos los días para mantener el nivel. Además, cada día llegaban a la pista más y más corredores, había que pelear muy duro para estar entre los primeros y poder destacar. Como esto es un cuento, les presento a un nuevo personaje: Doña Mentira llegó un día al graderío y vió como el corredor ambicioso tenía todas las papeletas para converstirse en asociado suyo. Mentira bajó y le dijo al oído: "Yo puedo ayudarte. Sólo tienes que decirme qué tiempo quieres que anote como tuyo de los que hagan tus competidores, y tuyo será el tiempo". El corredor ambicioso, que además era tonto, decidió que era un buen trato, aun sin saber qué le pedía Doña Mentira a cambio: que cuando llegase el momento, corriese de su mano.
La progresión del corredor ambicioso y tonto empezó a ser imparable. No importaba que no se esforzase, que no entrenase y que no se cuidase: siempre mejoraba sus tiempos, robándoselos a los demás. Gracias a eso, se clasificó para unos Campeonatos del Mundo, que ganó. Logró así un buen patrocinio, y siguió robando tiempo y esfuerzos. Se mantuvo en la alta competición hasta que de repente, su patrocinador decidió no pagarle más dinero. Doña Mentira le había visitado y le había puesto sobre la pista de otro corredor. Le quitó el patrocinio y los miembros del equipo con los que entrenaba. Y de repente, se vió sin posibilidades de seguir mejorando sus tiempos. Ahora dependía de sí mismo para lograr otro patrocinador. "No importa" pensó el corredor ambicioso y tonto. "Con mi fama, no tardaré en encontrar otro patrocinador mejor". Y así fue.
Pero Doña Mentira se atuvo al trato: "Ahora habrás de correr de mi mano". El nuevo patrocinador, que lo había contratado pensando en una centella sobre la pista, se encontró con un corredor ambicioso, tonto y mediocre que corría muy despacio, porque Doña Mentira tienía las patas muy cortas. El patrocinador pensó que el corredor había tenido un mal día y esperó a tiempos mejores. Pero a la tercera carrera, decidió que su dinero valía más que el corredor ambicioso tonto y mediocre y le retiró el patrocinio. Hubo hasta un tercer patrocinador, que no esperó mas que a la segunda carrera.
El corredor ambicioso, tonto y mediocre no tuvo más remedio que seguir buscando patrocinadores enseñando sus buenos cronos y medallas robadas a otros con ayuda de Doña Mentira. Pero no llegó a darse cuenta de que, a partir de ese momento, los patrocinadores le iban a pedir lo que a todos los demás corredores: que demostrasen su capacidad de esfuerzo y de hacer buenos tiempos. Cuando llegue el momento (ojalá sea pronto, por su propio bien),  el corredor ambicioso, tonto y mediocre deberá entender que tiene que dejar de ir de la mano de Doña Mentira. Porque tiene las patas muy cortas, y no te deja nunca correr a toda velocidad.
Y es que es indignante que a los buenos corredores les roben las medallas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario