martes, 16 de marzo de 2010

Estimado Sr. Delibes

Espero que, por aquello de que la energía sólo se transforma, la tendencia a la entropía del Universo y la pervivencia de las unidades de información, estas letras lleguen hasta usted. Aunque sea tarde, no me queda más remedio que agradecerle públicamente una de las Matrículas de Honor que conseguí estudiando mi carrera. Seguramente, la más merecida. No por méritos propios; mas bien, por la calidad de su trabajo y la riqueza de matices que tiene. 
Allá por el año 1992, tan buen y tan malo para muchas cosas, su obra "Los santos inocentes" fue objeto de un duro debate entre quien esto escribe y la profesora de Literatura de Segundo de Periodismo, de la que lamento no recordar el nombre. La discusión se centró en el personaje del Señorito Iván. Para mí, el Señorito Iván tiene tintes claramente tremendistas, iguales que los de algunos personajes de Camilo José Cela. Creo que el Señorito Iván es un personaje lleno de excesos en todos los aspectos: excesos en su lenguaje, en su comportamiento, en su chulería y hasta en su forma de morir a manos de Azarías (otro personaje tremendista, a mi modo de ver). Si me lo permite, el Señorito Iván es un cabrón de una pieza, sólido como una roca en su maldad y, como casi todo en la película de Mario Camus, excelentemente interpretado por Juan Diego, quien le puso cara en mi imaginación desde que ví el filme. 
No le hace falta ser desabrido o marginado como el pobre Pascual Duarte, que a fin de cuentas puede encontrar disculpas a su comportamiento en la vida tremenda que soporta desde su niñez. Pero precísamente en esto, el Señorito Iván pierde toda posibilidad de redención y se convierte en más tremendista aún. Sin motivo, teniéndolo todo, se convierte en ese cabrón que quiere aun más; la mujer del administrador, la salud de Paco el Bajo, la caza y hasta la vida de la miserable milana por no haber acertado cuatro tristes disparos. 
El caso es que, durante una semana, mientras comentábamos en clase "Los santos inocentes", yo anduve erre que erre con el tremendismo del Señorito Iván, buscándole las vueltas a mi profesora. Hasta que me desafió en público anunciando que en el segundo parcial, una de las preguntas sería un comentario sobre uno de los personajes de su novela. Y claro, yo entré por derecho y titulé el comentario con un "El Señorito Iván. Un personaje tremendista" que daba gloria verlo. Expuse todo lo que le he contado antes y, efectivamente, me gané gracias a usted esa Matrícula de la que espero ahora se sienta orgulloso. Si tiene oportunidad de comentarlo con el Sr. Cela, me gustaría mucho que me hagan llegar su opinión, aunque le ruego que sea paciente para que llegue el momento de darme o quitarme la razón en este asunto en persona. No se burlen demasiado del Sr. Nobel y de los caprichos de sus herederos, por favor. No les va a hacer falta. 
Respecto a "El Hereje", estoy seguro de que a estas horas ya le ha contado a quien usted ya sabe el final de su novela, algo que también le agradezco mucho. 

Reciba usted, distinguido señor, el testimonio de mi afecto y admiración.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario